La región corre el riesgo de quedar marginada en el nuevo ecosistema financiero digital emergente. Por Lorenzo Bini Smaghi, presidente de Société Générale y exmiembro del consejo ejecutivo del Banco Central Europeo.
Las stablecoins están surgiendo rápidamente como una fuerza disruptiva en las finanzas globales, y los bancos centrales están, con razón, prestando mucha atención. El Banco de Pagos Internacionales advirtió recientemente que una pérdida de confianza en los emisores de stablecoins podría llevar a que distintas monedas se desvinculen de su paridad. Esto amenazaría la estabilidad monetaria, especialmente si las reservas de los emisores pierden valor o no son suficientemente líquidas para atender las demandas de redención.
Prohibir las stablecoins parecería la solución obvia, pero probablemente sería un error. De hecho, no es ni factible ni deseable.
En cambio, las stablecoins deben entenderse por lo que son: un avance tecnológico con profundas implicancias para el sistema financiero. Permiten transacciones casi instantáneas, de bajo costo y entre pares a través de fronteras, todo dentro de una infraestructura descentralizada. A gran escala, pueden apoyar la financiación de la deuda pública, ya que los emisores están obligados a respaldarlas con bonos gubernamentales. Más ampliamente, la tokenización —la tecnología que sustenta a las stablecoins— ofrece el potencial para modernizar los mercados de capital y aumentar la eficiencia en todo el sector financiero.
Esto no pasa desapercibido en Estados Unidos. Washington ha comenzado a establecer marcos regulatorios —como el Genius Act— para gobernar la emisión de stablecoins. El resultado ha sido un auge en la innovación del sector privado, atrayendo a grandes bancos e instituciones financieras.
Europa, para su crédito, también ha dado pasos. La regulación de la UE sobre Mercados de Criptoactivos (MiCA) es uno de los marcos criptográficos más completos a nivel mundial, que aborda algunas de las preocupaciones de los bancos centrales. Exige a los emisores de stablecoins mantener reservas líquidas y de alta calidad —30% en efectivo y el resto en bonos soberanos altamente calificados— y establece salvaguardas para gestionar riesgos de liquidez. El régimen piloto de la UE para la tecnología de contabilidad distribuida sienta las bases para una infraestructura de mercado más robusta.
Y sin embargo, Europa sigue muy rezagada. Casi el 99% de las stablecoins se emiten en Estados Unidos y están denominadas en dólares. El euro apenas tiene presencia en este nuevo ecosistema financiero digital.
Las razones no son principalmente regulatorias, sino culturales. Reflejan una profunda aversión al riesgo y miedo a lo desconocido que continúa frenando la innovación. Muchos bancos europeos ven a las stablecoins como una amenaza a sus actividades rentables, especialmente en pagos y transacciones. Las inversiones necesarias para adaptarse —tanto tecnológicas como humanas— son considerables, y los primeros en moverse temen quedar solos asumiendo el riesgo.
Este es un caso clásico de falla de coordinación. Si no se aborda, retrasará el progreso y dejará a Europa al margen. Se necesita liderazgo —sobre todo de las autoridades públicas. Sin embargo, las autoridades monetarias europeas siguen siendo cautelosas, a menudo por malentendidos fundamentales.
Primero, hay una gran subestimación de las ventajas estratégicas que la tokenización puede ofrecer para la integración del mercado de capitales europeo y el desarrollo de un activo seguro en euros. Esto se evidencia en la creencia de que una moneda digital de banco central minorista, construida sobre infraestructura tradicional, podría competir eficazmente con las stablecoins.
Segundo, parece existir la creencia errónea de que las entidades europeas pueden aislarse del uso global de stablecoins —una noción que no se sostiene en un sistema financiero interconectado.
Tercero, y lo más importante, las autoridades no parecen entender que no ser proactivos pone en riesgo la soberanía monetaria europea. De hecho, a menos que las stablecoins en euros se emitan y usen ampliamente en Europa, los depósitos en la zona euro migrarán a plataformas extranjeras, desintermediando los sistemas de pago europeos. El control sobre los flujos monetarios y financieros se erosionaría, con consecuencias a largo plazo para la estabilidad financiera y la efectividad de las políticas.
Irónicamente, Europa podría estar mejor posicionada que Estados Unidos para responder. Mientras Washington ha dejado de lado a la Reserva Federal en la configuración del marco regulatorio para stablecoins, en la UE el banco central aún tiene la capacidad institucional para desempeñar un papel principal. Esto no solo en la regulación de la emisión de stablecoins —especialmente por instituciones como los bancos— sino también en la mitigación de riesgos sistémicos y la coordinación de la innovación.
Europa ha luchado durante mucho tiempo con una reputación de sobrerregulación e inercia tecnológica. Esta es una oportunidad para trazar un rumbo diferente. Las herramientas están disponibles. Lo que se necesita ahora es liderazgo. De no ser así, Europa no solo seguirá el ritmo marcado por otros, sino que aceptará su marginación en el futuro de las finanzas globales.
Fuente: Financial Times