El nuevo régimen de las stablecoins

Una tecnología innovadora debe seguir respondiendo a las preguntas de la vieja banca central. Por Andrew Bailey, Governor del Banco de Inglaterra

Desde el inicio del comercio moderno y la industrialización, dos formas de dinero han llegado a dominar el panorama económico: el dinero del banco central, que toma la forma de cuentas de reserva mantenidas por los bancos y el efectivo que está disponible para todos nosotros, y el dinero de los bancos comerciales, que toma la forma de depósitos que mantenemos en los bancos. La confianza en el dinero es crucial para las economías. En pocas palabras, depende de la confianza en que una libra tiene el mismo valor independientemente de su forma. Debemos tener fe en que el dinero sea fácilmente intercambiable dentro y entre estas formas. Garantizar este pilar vital de la economía es la razón principal por la que regulamos la banca.

Pero también debería ser posible la innovación en forma de dinero. Por lo tanto, sería un error oponerse a las stablecoins por principio. De hecho, no comparto esa opinión, reconociendo su potencial para impulsar la innovación en los sistemas de pago, tanto nacionales como internacionales. Sin embargo, la práctica importa, y es fundamental que estas stablecoins cumplan las condiciones que generan confianza pública.

Para ser claros, me centro en el uso a gran escala de las stablecoins para pagos y liquidaciones en la economía real, lo cual es fundamental para la estabilidad. En cambio, su principal uso actual —como medio para entrar y salir de los mercados de criptomonedas— no cumple, ni necesita cumplir, esta definición de dinero. Tampoco lo hacen otras criptomonedas. Las stablecoins, ampliamente utilizadas en la economía real, están concebidas como dinero, en el sentido de que funcionan como medio de intercambio y pago. Como tal, permiten la comparación y el intercambio de valor, apoyando así el sistema de precios. Teniendo esto en cuenta, existen varias características que requieren un análisis minucioso.

En primer lugar, los denominados activos de respaldo (la otra cara del balance) deben estar exentos de riesgos financieros en términos de crédito, interés y tipo de cambio. Esto garantiza que el valor de una moneda sea verdaderamente estable. En segundo lugar, dado que los activos libres de riesgo no protegen contra riesgos operativos, como por ejemplo un ciberataque exitoso, la confianza en las stablecoins requiere un esquema de seguro (como con los depósitos bancarios) y un acuerdo de resolución legal que garantice que sus tenedores sean acreedores preferentes en cualquier proceso de insolvencia.

En tercer lugar, las condiciones de intercambio de las stablecoins deben ser conocidas, consistentes y duraderas. Deben ser las mismas para todos los titulares y estar directamente vinculadas a otras formas de dinero, sin depender de una supuesta plataforma de intercambio de criptomonedas ni de sus términos comerciales. Tal como están configuradas actualmente, no todas las stablecoins cumplen esta condición.

Existe otro gran problema que plantea la creciente integración de las stablecoins en el sistema financiero. A través de los bancos, el sistema ha combinado la tenencia de dinero con la provisión de crédito, lo que significa que los depósitos respaldan directamente los préstamos que sustentan la actividad económica. Esto se conoce como banca de reserva fraccionaria. En otras palabras, la mayoría de los activos que respaldan el dinero de los bancos comerciales no están exentos de riesgo: son préstamos a particulares y empresas. La confianza en el dinero se ha visto respaldada, y en ocasiones reforzada a la luz de la experiencia, por la regulación bancaria, el seguro de depósitos y las disposiciones de resolución.

El sistema no tiene por qué estar organizado de esta manera. Es posible, al menos parcialmente, separar el dinero de la provisión de crédito, con la coexistencia de bancos y criptomonedas estables, y con las entidades no bancarias desempeñando una mayor función de provisión de crédito. Sin embargo, es importante considerar detenidamente las implicaciones de dicho cambio antes de proceder. Solo entonces podremos formular un régimen que apoye esta coexistencia a lo largo del ciclo económico y gestione cuidadosamente la transición hacia un futuro sistema financiero.

La tecnología detrás de las stablecoins es nueva. Pero, a medida que configuramos un régimen que puede situar al Reino Unido a la vanguardia de la innovación, deberíamos plantearnos una pregunta que desde hace tiempo ha estado en el centro de la banca central: ¿cómo garantizamos el vínculo entre el dinero (en cualquier forma) y la creación de crédito como base de la actividad económica? Ese es el objetivo crucial.

En los próximos meses, el Banco de Inglaterra publicará un documento de consulta sobre el régimen sistémico de stablecoins del Reino Unido, que se aplicará a aquellas que se utilizan a gran escala como dinero (es decir, para pagos cotidianos o para liquidar mercados financieros tokenizados clave) y considerará los estándares que deberían cumplir. Para ello, estableceremos que las stablecoins británicas de uso generalizado deberían tener acceso a cuentas en el Banco de Inglaterra para reforzar su estatus como dinero. Esto será fundamental para la creación de un régimen avanzado para las stablecoins, que garantice que el Reino Unido pueda aprovechar los beneficios a la vez que mantiene un sistema financiero estable.

Por Andrew Bailey para el Financial Times

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

WP to LinkedIn Auto Publish Powered By : XYZScripts.com